jueves, 26 de junio de 2008

Agua primavera árbol café.

· Agua

Un paso, luego otro, cada segundo perdido se escabulle entre sus pies, luego camina, cree hacerlo rápido pues así nada pasa, nadie cabe entre sus pasos. Los autos lo asustan, lo obligan a detenerse, entonces respira, descubre que lo había olvidado, algo vital, respirar... Piensa en todo aquello que olvida, que ya no piensa pero aún camina, cierra sus ojos y palabras como… agua primavera árbol café, ocupan toda su mente. Los autos se detienen permitiéndole correr, huir nuevamente, su corazón aumenta la pulsación como quien escapa de su propia muerte, como quien escapa de su propia sombra, como quien escapa de si mismo. Llueve… piensa que extraño y que casual que resultan las gotas ya que llevan incontables cantidades de agua, aquello primero que tocó su mente cuando pensó en las cosas olvidadas, entonces decide que ya no quiere caminar.
Un bonito cordón de vereda se queda junto a él, el tiempo pasa igual o casi tan rápido como cuando corría, pero sucede que ya no importa, que solo la lluvia importa, entonces piensa y se contradice ¿porque correr?, ¿de él?, ¿de ella?, ¿de todos?, ¿de nadie?, ¿de mí?, de ti…
Un ligero viento, cubre sus tobillos, enfría, congela, entibia y luego se va… Ya no queda nada, ni siquiera aquella sensación contradictoria que alguna vez rozó su piel. Solo queda el tiempo, un cordón de vereda, un reloj que no deja de girar y las estaciones que llegan y se van. De pronto primavera, un perfume, un viejo pero cercano perfume. Cierra los ojos y recuerda que alguna vez se ha enamorado y que precisamente ese aroma adornaba sus cómplices miradas, entonces descubre que ya no existe tal amor, pero aun así, si su perfume… Entendió que su amor ha sido como cada gota de lluvia que ha caído en la ciudad… Grita y llora. Luego resbala por pieles ajenas, descubre, encuentra, pero cae…
Y aquel calor que las hizo nacer hoy las evapora logrando perder aquello que fueron algún día.

· Primavera

En la madrugada
Encontré un amor,
No guarde su sueño,
Pero si su dirección.

Llevaba con ella,
Una linda canción,
Repetía entre sus versos,
Que solo quería amor.

Sin mirarme,
Retrocedió a buscarme,
La tomé de la mano,
Me ayudo a encontrarme.

Estoy ahora,
Aprendiendo a llorar,
Me enseña entre las tardes,
A sentir sin lamentar.

Quiero enseñarle
Que también sé sonreír,
Voy a contarle,
Una historia que nunca tenga fin.


· Arbol
Fue en aquel árbol de hojas secas (pero aún verdes, por imposible que parezca), donde escribieron sus nombres, mientras se juraban amor eterno. Sus lágrimas de felicidad al igual que ellos, comenzaron a perderse en la tormenta. Así fue que se echaron a correr, perdiéndose en la lluvia todo resto de poema o canción que el tiempo podría conservar. Corrieron sobre charcos, corrieron entre nubes, nadaron en la sal y aún así todo esto no fue suficiente, distanciados ellos quedaron, se extraviaron en el mar. Estación tras estación, el tiempo los supo cuidar, y de todo sentimiento de dolor los quiso librar.
Algunos reyes, otras reinas, siempre en la cima debieron estar, para olvidar lo que el tiempo lentamente les hizo borrar. Las horas cambiaron y como todos sus recuerdos en el olvido quedaron. Perdidos, extraviados ellos nunca se encontraron. Buscaron en fotos, buscaron en sueños, en pequeñas porciones de jardines de hielo… Perdidos quedaron, por no saber buscar, en aquellos rincones a los que el tiempo no puede llegar.

· Café
Tiempo después, se encontrarían en aquel café, por aquellas casualidades que el tiempo les ha sabido regalar. Mirándose lenta y desconfiadamente empezaron a entender, que en sus ojos ya no se podrían perder. Así fue como se levantándose de sus sillas comenzaron a llorar. Extrañando y esperando aquel abrazo perdido que el tiempo les quiso quitar. Allí estaban juntos de nuevo, sin saber porque. Reían aunque no entendían, lloraban pero aun se amaban. Seguirían juntos por extraño que fuese entregarse a unos ojos de un desconocido café.

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